En honor a todos los profes involcrados en la diabetes de su alumno

En honor a todos los profes que han querido involucrarse en la diabetes tipo 1 de su alumno, que los cuidan y controlan como si fueran sus padres. En honor al colegio Obradoiro de La coruña y en especial a la profesora, Galia, de nuestra hija Martina os presentamos de nuevo esta carta tan emotiva y llena de vivencias de una profe en el día a día, durante los cuidados extraordinarios que un niño con diabetes necesita durante el horario escolar.
Esta carta está escrita por la profe Galia para la que no tenemos palabras suficientes de agradecimiento por ser para nuestra hija una profe, una enfermera, una doctora y una madre a lo largo de su primer curso en el colegio.
Y a todos aquellos profesores que todavía no han reunido el valor suficiente para decir "si, yo cuidaré con vuestra ayuda de vuestro hijo durante las horas de cole " les pido que lean una y otra vez esta carta, que sí que pueden, que sí que son capaces de atender a su alumno con diabetes, que no permitan que su alumno tenga que cambiar de centro porque en el suyo no lo quieran cuidar, que no permitan que se quede sin excursiones o sin actividades. Que le echen valor y ganas, que se pongan en el lugar de los padres porque algún día pueden tener diabetes ellos mismos o sus hijos y también en el lugar de los niños porque son los que más sufren la enfermedad y todas sus consecuencias.

http://creciendocondiabetes.blogspot.com.es/

MARTINA LLEGA A MI CLASE.

El curso empezó como siempre, a mediados de agosto. Aprovechamos ese tiempo para poner las aulas a punto.
Este año era especial, iba a coger por primera vez a los alumnos de 3 años, por una parte estaba nerviosa y por otra ilusionada, muy ilusionada.
Las que vamos a ser tutoras de 3 años esperamos las listas con cierta impaciencia, ya q es el primer contacto que tenemos con los alumnos. Las lees detenidamente porque siempre hay hermanos de alumnos, hijos de ex alumnos, hijos de profesores…. En fin, siempre hay alguno que conoces.
Leyendo mi lista con mis compañeras dije el nombre y apellidos de Martina, ellas me dijeron q era la hermana de Claudia y de Pablo y que era diabética.
En ese momento se me vino el mundo encima.


Yo nunca había dado clase a niños de 3 años, no sabía si iba a ser capaz y cuando me di cuenta de lo que suponía tener bajo mi responsabilidad a Martina tuve miedo.
Llegué a casa, hablé con mi familia del tema, poco a poco fue desapareciendo el fantasma así que decidí informarme; busqué en Internet, hablé con gente que tiene diabetes tipo 2 y hablé con una amiga que es diabética tipo 1desde pequeña.
Ya no tenía miedo, tenía otras cosas… inseguridad, respeto… pero miedo no.
El primer contacto con los padres de Martina, fue antes de comenzar el curso. Nos reunimos los tres con la coordinadora de infantil y la del comedor del centro.
En aquella reunión decidimos que, durante el primer trimestre, Marta vendría a clase a hacerle las mediciones de azúcar a Martina (2 veces al día). Ese día noté mucho más nerviosa a la madre que al padre, pero hicimos todo lo posible para que saliera de allí convencida de que todo iba a ir bien, como así fue.
Después de esa reunión, les conté a todas mis compañeras como iba a ser el protocolo con Martina, todas tenían que saber qué hacer o donde mirar los cuadros de control. También hablé con todos los profesores que le iban a dar clase a Martina. Toda la comunidad escolar que rodeaba a Martina estaba enterada, ante cualquier duda, me avisaban a mí (que tenía contacto directo e inmediato con sus padres)
Comienza el curso y yo no le quito el ojo de encima a Martina, hasta que la cosa se va normalizando. Marta viene a las 10:30 a pinchar a Martina, al principio me sentía extraña con un adulto en el aula, nunca había trabajado delante de un adulto, poco a poco perdí ese “miedo” ya que Marta pasó a ser una “alumna” más del aula a ciertas horas.
A Martina, al principio, solo la pinchaba su mamá; hasta que un día le dije que yo también quería saber pincharla por si un día no podía venir ella o había alguna urgencia. Al final la pinchábamos indistintamente tanto para hacerle las mediciones como para inyectarle la insulina.
Desde el principio decidí pinchar a Martina delante de sus compañeros, para que el resto de niños se familiarizase con aquellos “bolis”, medidores, la sangre en el dedo de Martina…para ellos se convirtió en algo natural.
Según iba pasando el curso yo me sentía mucho más segura con Martina. Aquel plazo que habíamos puesto en la primera reunión, de que Marta vendría el primer trimestre a pincharla, se alargó hasta final de curso. Marta también vino a las excursiones que hicimos.
El día que peor me sentí, por algo que hice yo, fue un día que Martina tenía que tomar su merienda media hora más tarde que de costumbre porque tenía la glucosa alta y me olvidé de dársela. Me sentía muy mal, muy poco responsable. Me sentí mejor cuando hablé con Marta que me explicó que ellos también habían cometido errores con los controles y que eso no nos podía hacer sentir mal cuando el esfuerzo que hacíamos los todos a diario para que Martina estuviera lo mejor posible era enorme.
Mis compañeras también son muy conscientes de la importancia de la enfermedad de Martina y en cuanto ven algo extraño me avisan al momento.
Muchas veces se me hizo un nudo en la garganta mientras pinchaba a Martina, o cuando tenía una hipoglucemia, incluso cuando veía a Marta desesperada buscando una explicación lógica a todo aquello que le estaba pasando a su hija.
Muchas veces se me saltaron las lágrimas pensando en Martina y en toda la gente que tiene alrededor. La última vez fue casi a final de curso, la última semana; muchos niños traen antibiótico, gotas para los ojos, jarabes… para tomar una temporada; pues ese día estaba pinchando a Martina y me preguntó, con la sonrisa en la cara como siempre y con un punto de enfado hacia no sé sabe bien qué: Galia, y a mi ¿cuando se me va a ir la diabetes? No le pude contestar, le di un beso y me puse a jugar con ella para cambiar de tema, me pilló desprevenida.
Como conclusión quiero decir que aquel miedo que sentí cuando me dijeron que iba a tener una niña de 3 años diabética desapareció. Aprendí muchísimo de Martina, y de sus padre las diferentes formas de ver la vida.
Solo puedo decirles gracias y que me tendrán ahí siempre que ellos quieran, sea o no la profe de Martina.

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